Al fin y al cabo, dado que somos hombres y que no podemos convertirnos en dioses, Dios se hizo hombre y se inclinó, según está escrito: "Él inclinó los cielos y bajó" (Salmo 17, 10)».
Salmo 8, 5; 17,8-15; 32, 2-3; 38, 6-7). Quien habla en primera persona es el mismo Rey David, que reconoce el origen divino de sus éxitos. El Señor es representado con imágenes marciales ...